JOSEP SOLER · Las cuerdas del universo. Obras
para violonchelo y piano y violonchelo solo. Intérpretes: Trino Zurita,
violonchelo · José María Oyola, piano. Discográfica: FICTA. Lanzamiento: Abril
de 2019.
LAS CUERDAS DEL
UNIVERSO
Niebla de un sueño
que se deshace como oleaje
de un mar de carne
de sonidos olvidados.
Josep Soler
El Universo es
rico en misterios. El violonchelo lo es, también. Y la música de Soler, a lo
mejor, podría ser uno de los tantos principios de todos esos misterios.
Se nos presenta
una música cruda y desenfrenada, en donde cada compás consigue atormentar al
siguiente. Siempre me he preguntado cómo se produce el principio de una pieza
musical. ¿Será de la misma forma que el nacimiento de un primer verso? ¿Lo
sabrá su creador? Como se puede apreciar, una cosa está clara: todo inicio se
genera por la intromisión de una pregunta, pero la contradicción es la mejor
aliada de la existencia.
Las tres
primeras obras presentadas en esta grabación son la primera, segunda y tercera
sonatas, de los años 1965, 1986 y 1976 (esta última revisada en el año 2008),
respectivamente. Son obras independientes, pero alcanzan a asemejarse a una
misma Sonata en tres tiempos.
En cada esquina de
las armonías se esconden inquietudes, porque esta música es una inquietud. Todo
un triunfo de la arquitectura sonora. Los dos instrumentos, en este caso,
violonchelo y piano, aceleran su grito de existencia para devolver a sus restos
de vida la forma de un claroscuro, el lugar donde se esconde la luna para ser
vista. El camino que traza la música de Soler nunca se distingue con facilidad.
Se abre paso en una dirección, eso sí, clara, desdibujada, acotada. Se trata de
esos caminos embriagados, amplios, confusos, que dejaron de ser carreteras
trazadas, y durante el viaje se hallan temas que son acorralados por espadas y
paredes armónicas.
Creo que las
mariposas tienen una vida ejemplar: corta y bella. La música de Soler perdurará
un poco más que la vida de una mariposa, pero igualmente será desoladoramente
bella. Las antorchas son objetos recurrentes en las obras de Shakespeare. El
sonido del violonchelo lo ha sido en la obra de Soler. La voz de este
instrumento, concretamente en los monólogos, consigue ser de color ocre, color
a tierra madura, como surgida del pincel de Rembrandt.
La vida es un
sinfín de recuerdos. La música de este creador es, compás tras compás, el
recuerdo de una vida. Un tormento seguido de un éxtasis. Todos estos Sonidos, extraviados dentro de las
cuevas que forman las uñas de los atardeceres y a los que les siguen esas
únicas noches sin ninguna luna que entorpezca su angustiosa búsqueda de ellos mismos,
podrían ser acogidos dentro de cualquier film de Murnau, como Nosferatu -eine Symphonie des Grauens-, Faust, Sunrise, o de los pálidos metrajes del Fritz Lang de Metropolis, claro, de Die Nibelungen o de M.
Dejemos que esta
Música se valga por sí misma. Dejemos que los dos instrumentos se abandonen y
se encuentren cuando sea necesario. Dejemos que nos sorprendan los compases
finales, placenteros y casi inauditos, de la Segunda Sonata. Pero las sonatas también se acaban, como todo en la
vida, y tienen un final metálico, como la vida.
Este trabajo
discográfico logra concluirse con la ayuda de dos piezas para violonchelo solo.
Dos monólogos llenos de contradicciones y discordia. Una sola voz acompañada de
innumerables consolaciones sin palabras, ohne
Worte: …una ultima mirada… (2009)
y Am Grabe Ferenc Liszt (2014),
dedicada a Trino Zurita. Las últimas miradas nunca son las últimas, las definitivas.
Jamás pueden morir, simplemente porque no existen. Son una cadencia de visiones
en la antesala del último, eso sí, paisaje.
Y la muerte no
tendrá señorío (Dylan Thomas)
El compositor,
transpuesto –él se define obsesivamente como un escriba– nos comunicó después
de la aterradora escucha de sus –estas–
obras: “Parecía que estaba presenciando desde el interior de un cementerio, un
diálogo entre trozos de muertos que se encontraban por allí dispersos y que cada
uno de esos pedazos vivientes exponía su motivo”.
Stephen Spender
siempre pensó en los que fueron verdaderamente grandes, en esos touched with Fire. Y que atesoraron de las ramas primaverales/ los deseos que caían sobre
su cuerpo…
Como poeta no
entiendo de Música, y como músico no sé nada de Poesía. Entonces sólo me atrevo
a decir que estas músicas son cinco extremidades de un mismo cuerpo. Una espina
dorsal que fluye a través de las cuerdas
del universo.
Joan Pere Gil
Bonfill
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