Crítica aparecida en LA VEU DEL PAÍS VALENCIÀ (10/05/2015)
Obras para violonchelo y electrónica de Edith Alonso, Horacio Vaggione, Gregorio Jiménez y José López-Montes
La
primera parte del concierto consistió en obras para violonchelo y
electrónica, con un estreno absoluto, la obra Krill de Gregorio Jiménez. El violonchelista malagueño empezó con un control de los espacios y de los tempos
absoluto en La eternidad permanece, obra de la compositora madrileña
Edith Alonso y dedicada a Zurita. Explicaban las notas al programa que
"el origen de la obra está basado en la idea de
continuidad y en la búsqueda de un sustrato común que unifique la materia
sonora". El trasfondo esté, quizás, ante los cambios continuos, donde
siempre hay un nexo que da sentido en esta obra con sendas
secciones contrastantes: una primera
de sonoridades apacibles cambia a una muy violenta con una parte
electrónica camino de la distorsión del sonido, que se mantiene en
todo instante, incluso en sus partes más bruscas (sonoramente), con una
expresividad y un gesto inconmensurable. Es
una buena pieza de contrastes, muy expresiva que Zurita resolvió con expresividad gestual y entrega (fue un aspecto importantísimo,
como la pasión en los ataques, los empujes con el arco, la
digitación... ).
Seguidamente se escuchó MYR-S de Horacio Vaggione, con una elaboración de los materiales, por así decirlo, «metaviolonchelística», ya que los sonidos electrónicos están creados a partir de sonidos de violonchelo grabados (interpretados anteriormente por Christophe Roy, a quien está dedicada ) y luego trabajados y transformados. La obra pasa por diferentes secciones diferenciadas por sus texturas, donde se incluyen motivos virtuosísticos, texturas puntillísticas, deconstrucciones de frases, ... En cualquier caso, lo más destacable es el diálogo final entre el violonchelo y la electrónica, que estuvo fantástico, ya que Zurita hizo un arrojo de expresividad y de efusión contagiosa, con una interpretación brutal que realzó con creces el valor de la obra del compositor argentino.
Después
tuvo lugar el estreno absoluto de Krill, de Gregorio Jiménez, dedicada a
Zurita y que "se basa en el crustáceo que sustenta la vida oceánica
como base de la cadena trófica", decían las notas al programa. El
resultado fue una gran obra donde la parte electrónica ofrecía una gran
diversidad, mucha actividad motívica, de grandes combinaciones
texturales, donde la parte de violonchelo cuenta con una gran cantidad de recursos en cuanto a técnicas extendidas mezcladas con
motivos ortodoxos (entiéndase melodías ortodoxas) que se combinaban con la electrónica de manera magistral. Que
Jiménez sea el fundador y director del LEA de Valencia, presidente de
la AMEE y director del Festival 'Punto de Encuentro' no es una casualidad,
sino que con Krill demuestra que cuando la electrónica es la base y
alimento, tiene vida propia, ya
sea una gamba o un segmento de sonido. La obra, con contextos
descriptivos fascinantes, contó con una interpretación fantástica, donde
Zurita y Jiménez demostraron gran oficio y profesionalidad y el
aprecio por la musicalidad, con seguridad, pulcritud y un control
absoluto de la escena. Los timings hicieron de la pieza un sensacional disfrute auditivo. Esta manifestación se contagió, y con gran dosis performativa dieron paso a la clausura con Mai morente de José López-Montes. En esta
obra se reconoce rápidamente -por el ritmo, por los breves giros
motívicos, ...- que el material procede del flamenco (concretamente de
tomas rechazadas por Enrique Morente procedentes de diversos proyectos
discográficos) y hace del violonchelista un auténtico y electrónico
cantaor flamenco. Con
un Zurita descomunal, impregnado de duende, que entrelazaba ritmos (palos)
flamencos deconstruidos y transformados por la electrónica, del
tratamiento compositivo, con palmadas y zapateaos incluidos, todo pasado por
el tamiz de la contemporaneidad electroacústica más absoluta, imitando
la guitarra con carisma, pidiendo a Gregorio
efusividad con su instrumento de botones y altavoces ... hicieron de
esta última obra un derrame de energía espeluznante que concluía una
primera parte a un nivel altísimo de musicalidad, de expresión, de
disfrute.
Sixto Ferrero
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