La creación del Conservatorio de
Música de Sevilla, que vendría a dar oficialidad a las enseñanzas musicales que
venían impartiéndose desde las distintas sociedades culturales de esta ciudad, causó
en su día tanta alegría como recelo entre el profesorado, dada la incertidumbre
sobre cómo iban a ocuparse las plazas del nuevo centro. En el ABC del 14 de junio de 1934 aparecía una
noticia sobre el nuevo conservatorio oficial, en la que se manifestaba esta
preocupación y se ponían en valor a los músicos locales: “Nada sabemos en
concreto sobre el resto del profesorado a cubrir; suenan nombres, muévense los
políticos, se alegan derechos, olvidándose de que el único derecho es el de los
alumnos a que se les enseñe bien. Contamos en Sevilla con profesorado de
reconocida fama y extraordinaria competencia: un Segismundo Romero, un Mariani,
Navarro, Oliveras, por no citar otros, merecen por sus propios méritos formar
parte del Claustro del nuevo Centro”.
El violonchelista Segismundo
Romero (1886-1974) es el protagonista de esta anécdota. Nacido en Granada,
desarrolló toda su labor profesional en Sevilla como primer violonchelo de la
Orquesta de Ópera del Teatro San Fernando y como profesor en la Academia de
Música de la Sociedad Económica de Amigos del País. La figura de Romero es
trascendental en la vida musical de Sevilla en la década de 1920, ya que su
relación con Manuel de Falla posibilitará el estreno en Sevilla del Retablo de Maese Pedro y la fundación de
la Orquesta Bética de Cámara.
Para la constitución del
Conservatorio de Música de Sevilla se crearon inicialmente una serie de
cátedras de nombramiento directo en razón a “reconocido mérito y fama” (Gaceta, 17 de noviembre de 1933). El
mérito docente de este profesorado parece ser que no se cuestionaba: Ernesto
Halffter, Norberto Almandoz, Eduardo Torres y el violinista Telmo Vela. Como
apunta José Mª de Mena, con estos nombramientos se evitaba “el enojoso trámite
de las oposiciones, a las que, sin duda, personalidades de esta categoría no se
hubieran presentado”. Una vez que el Conservatorio de Música de Sevilla se
constituye como entidad jurídica y se nombran catedráticos numerarios a los
anteriores, se convoca inesperadamente un concurso-oposición entre los
profesores de la Academia de Música y de la Sociedad Filarmónica. Esta convocatoria
acrecienta la polémica, que se ve agravada porque el decreto contempla la
posibilidad de que algunas plazas puedan quedar desiertas, con lo que pasarían
a cubrirse mediante oposición libre.
Segismundo Romero hizo todo lo
posible por conseguir una cátedra por nombramiento directo. Tras conocerse la
creación del conservatorio oficial, Segismundo escribe una carta desesperada a
Falla (13 de septiembre de 1933, AMF) rogándole que ejerciera su influencia y
su amistad con el ministro. Gracias a Falla, Segismundo logra reunirse en
Madrid con Miguel Salvador, cargo importante del Ministerio de Instrucción
Pública. Falla también escribió a Óscar Esplá, por entonces catedrático del
Conservatorio de Madrid y presidente de la Junta Nacional de Música (y uno de
los principales culpables de la designación de Halffter y Vela como
catedráticos, algo que fue duramente criticado, porque ni vivían en Sevilla ni
habían enseñado en la Academia de Música), y al propio ministro. En la
correspondencia entre Falla y Segismundo hasta junio de 1934 está casi siempre presente
el asunto de las cátedras. A pesar de los esfuerzos, el 1 de junio se resuelven
los nombramientos de los catedráticos numerarios (Gaceta de 8 de junio de 1934) y Segismundo no se encuentra entre
los seleccionados.
Ernesto Halffter había realizado
fuertes presiones a la Junta Nacional de Música (de la que era miembro, al
igual que Falla) y al ministro para conseguir su propio nombramiento como
catedrático (carta de Halffter a Norberto Almandoz, 28 de noviembre de 1933,
ERESBIL). Y parece ser que Halffter, debido a la insistencia de Falla y a su
estrecha relación con Segismundo desde la fundación de la Orquesta Bética de
Cámara, también medió para que Segismundo obtuviese su plaza por designación
directa: “He procurado por todos los medios a mi alcance, que fuese nombrado,
sin necesidad de esperar la resolución para los demás, igualmente que Torres,
Almandoz, Vela y yo, pero desgraciadamente, y aún habiendo puesto todo mi empeño
en ello, no lo he conseguido. Todavía hoy sigo encaminando las cosas de forma
que Segis no tenga que sufrir el examen, o bien sea lo más leve posible” (carta
de Halffter a Falla, 24 de octubre de 1934). Sin embargo, Segismundo se vio
obligado a opositar. El concurso-oposición comenzaría el 25 de febrero de 1935
en la Universidad de Sevilla. El tribunal que juzgaría las especialidades de
violín, violonchelo y estética sería el siguiente:
Presidente: Jorge Guillén
Álvarez, catedrático de la Universidad de Sevilla.
Vocal: Telmo Vela de la Fuente,
catedrático del Conservatorio de Sevilla.
Vocal: Rafael Vidaurreta Garriga,
catedrático del Conservatorio de Córdoba.
Vocal: Juan Antonio Ruiz Casaux,
catedrático del Conservatorio de Madrid.
Vocal: Julio Francés Rodríguez,
catedrático del Conservatorio de Madrid.
Manuel de Falla volvería a hacer
todo lo posible para ayudar a su amigo. Escribió a Jorge Guillén, Juan Antonio
Ruiz Casaux, Telmo Vela, Julio Francés y al político sevillano Jesús Pabón. En
la cordial carta a Ruiz Casaux, Falla recuerda los orígenes gaditanos que
comparten y enumera los méritos profesionales de Segismundo, a lo que añade:
“Quiero sólo indicarle algo que no puede apreciarse en el simple acto de una
oposición: la vocación y aptitud de Romero para la enseñanza, cualidades
probadas durante los años en que ejerció la cátedra de violoncello (aunque sin
percibir apenas remuneración por su trabajo, como fue igualmente el caso para
sus compañeros de profesorado) en la misma Academia que ahora han convertido en
Conservatorio oficial” (22 de febrero de 1935, AMF).
Los hechos demuestran que la
carta de Falla produjo nulo efecto y que Halffter tampoco consiguió aliviarle
el camino. Según cuenta el propio Segismundo, sus ejercicios fueron “los más
duros de estas oposiciones” y Ruiz Casaux y Francés votaron finalmente en
contra de concederle la cátedra. Segismundo cuenta que tuvo que realizar algún
ejercicio fuera de programa: “El Sr. Casaux se ensañó conmigo en los ejercicios,
después dijo a Ernesto que estaba arrepentido de su conducta, menos mal” (4 de
marzo de 1935, AMF). A pesar del trance, Guillén, Vela y Vidaurreta votaron a
favor y Segismundo obtuvo su cátedra de violonchelo.
Falla recibe con gran alegría la
noticia y se sorprende de la actitud de Casaux: “O se le ha subido el
violonchelo a la cabeza, o sufre un ataque de amargura, tal vez esto último,
por no haber conseguido cuanto esperaba de su arte, que es mucho
indudablemente, aunque con los procedimientos humanos que pone en práctica,
poco bueno se puede conseguir” (6 de marzo de 1935). En estas líneas aflora un
sentimiento de rabia por la conducta de Ruiz Casaux, pero puede que también
cierto resentimiento por el trato que éste diera años atrás a su mecenas gaditano
Salvador Viniegra Valdés (carta de Salvador Viniegra a Falla, 17 de noviembre
de 1905, AMF). En una carta posterior, Segismundo se extiende un poco más y escribe
a Falla: “Sí le diré que dicho Sr. (según manifestaciones de Ernesto) trató por
todos los medios posibles de convencer a todos los compañeros del tribunal para
que votaran en contra mía, no comprendo su proceder toda vez que ni él me
conocía a mí ni yo a él, después me indicó Ernesto como justificación de la
conducta del Sr. Casaux que en el fondo lo que él quería era desplazarme a mí
para pedir el traslado a Sevilla, puesto que quería irse de Madrid” (10 de
marzo de 1935, AMF). Teniendo en cuenta lo ocurrido, Falla vuelve a escribir a
Ruiz Casaux con gran enojo: “No he recibido contestación a mi carta, pero sí
alusiones al efecto que le ha producido. Yo al escribirla sólo pensaba realizar
un acto de justicia, que me estimuló a llevar a cabo la acogida que esperaba
tuviese en Vs. Y en esto, precisamente, es en lo que me he visto defraudado”
(30 de marzo de 1935, AMF). La respuesta en esta ocasión sería inmediata y en
los siguientes términos:
Este “asunto” ya no volverá a
aparecer en la correspondencia entre Falla y Segismundo.
Bibliografía
Archivo Manuel de Falla (AMF).
Cartas de Segismundo Romero a Manuel de Falla (2ª Carpeta). Correspondencia consultada
el 21 de marzo de 2007.
Falla, Manuel de, Cartas a Segismundo Romero, Ayuntamiento
de Granada, 1976.
García López, Olimpia, “Politizando
las aulas de música: la depuración del profesorado del Conservatorio de Sevilla
durante la Guerra Civil española”, en Cercles.
Revista d’història cultural, vol. 20, pp. 185-208.
Mena, José María de, Historia del Conservatorio Superior de
Música y Escuela de Arte Dramático de Sevilla, Alpuerto, 1984.
23 de julio de 2018
Muy interesante para quien, como yo, conoció a Segismundo Romero desde que se sabe acordar. Vivía a pocos pasos de mi casa, en la misma barriada de Castilleja de la Cuesta, donde falleció. Niños músicos en ciernes como éramos —armónica, guitarra, flauta dulce—, se prestaba a orientarnos con improvisadas lecciones de solfeo en su propio domicilio.
ResponderEliminarLe agradezco que comparta sus recuerdos de Segismundo Romero. Todos los testimonios coinciden en que fue una gran persona y, como nos indica en su comentario, siempre comprometida con la música y la enseñanza. Un saludo muy cordial.
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